miércoles, 21 de agosto de 2013

Nélson Arambú: 20 años de terrorismo contra el arcoíris


“La mayor parte de los hombres, falseando la verdad, quieren aparentar ser mejores”  (Esquilo)

José Saramago solía emular al hecho de que para conseguir la santidad de algún hombre, siempre habría que prever el ineludible destino vergonzoso de otro; esto fue muy bien planteado en su obra: Caín.

A finales de los años 80´s y en toda la década de los 90´s, Honduras como país comenzó a tener evidencia precisa de la existencia de otros movimientos sociales, algunos que antes habían sido considerados como sujetos de “deleite” en la sección de nota roja amarillista: “Muere reina de belleza” – por ejemplo – era un titular muy común en los periódicos nacionales para referirse a la muerte de un travesti o un hombre homosexual y fuera del armario conocido; a medida que los grupos fueron reestructurando su propia idea de organización, fueron demandando más respeto o algo más simple como un mejor trato de su identidad en los medios de prensa.

Muy poco o nada se hablaba en esos momentos de los temas torales que influían en la calidad de vida de las personas homosexuales, lesbianas o transexuales en el país; la voz más disidente era: “Alma Violeta, pide que se respeten sus derechos y los de sus amigas” (titulares de los diarios La Tribuna, El Heraldo y La Prensa 1992-1999) ¿Cuáles derechos? ¿Amigas?

 – por supuesto, para la sociedad había sido más fácil aprender a construir femineidad como símbolo de debilidad en los hombres que se negaban por “voluntad propia” a tener coito con alguien del sexo opuesto; y entonces como era de esperarse, comenzaron a salir del armario – por supuesto un armario un tanto diferente, lúgubre y de mal gusto – otros hombres, que con una biblia bajo el brazo o con una copia anterior a la edición segunda de 1973, del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) habrían marcado el principio de la cacería de brujas o algo más emblemático – como lo llamo Vargas Llosa – “La cacería del gay”

La aparición en escena de la ley de policía y convivencia ciudadana en el año 2001, (Decreto 226-2001) estableció el primer eslabón de la persecución oficial de las fuerzas de seguridad pública hacia las personas que no formaran parte de ninguna estructura familiar tradicional o lo que es peor, la persecución de los diferentes y la criminalización de dos hechos fundamentales: ser pobre y ser joven;  la ley fue categórica en determinar que, la autoridad pública (policía) podría considerar y sancionar como vagos a “las personas que no tengan modo honesto de vivir conocido”; en consecuencia, se reputan vagos: Los mendigos sin patente, los rufianes, prostitutas ambulantes, los drogadictos, ebrios y tahúres. (Art 99 – decreto 226-2001) en consecuencia, comenzaron las redadas en los lugares públicos como parques, avenidas, zonas de trabajo sexual, bares y discotecas, entre otros, teniendo como resultado una sistemática detención de travestis y transexuales trabajadoras sexuales.

Para el año 2003 con los balbuceos democráticos de la derecha hondureña y la alineación histórica del Opus Dei, Pro-Vida y los grupos conservadores con el poder legislativo; comienzan a crecer las demandas de distintos movimientos sociales basadas en la diferencia profesa del trato entre los ciudadanos de este país, es decir: en la década anterior se hablaba poco sobre las diferencias marcadas en el acceso a derechos, quizá la “catástrofe” de El Porvenir en donde el incendio de la cárcel y el asesinato premeditado de más de 107 reos a manos del estado de Honduras, provocaría una agitación de los sectores respecto al costo de la vida en Honduras, ¿Qué tanto el estado de Honduras garantizaba el derecho a la vida, en una discusión desapegada de las torturas, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales como en los años 80´s? se pensaba más en un nuevo contexto, en una dinámica mundial en donde los países latinoamericanos comenzaban a establecer retos y debates de altura, respeto a ¿Quiénes gozaban realmente de la protección de un derecho tan elemental como lo es el derecho a la vida, dentro de esos estados que se jactaban de ser democráticos?

 Luego llegaron las personerías jurídicas de tres organizaciones de gays y lesbianas (2004) y es quizás este hecho que marca el inicio de la persecución y la promoción documentada del odio hacia los homosexuales, lesbianas y transexuales en este país; los señores: Garachana, Lloyd, Fumero y el abanderado del odio y la prostitución de la fe religiosa en Honduras, el señor Evelio Reyes. Los programas televisivos que antes parecían encaminados a profesar la fe, los cultos familiares masivos, las paradas en los púlpitos, las caminatas públicas, los panfletos, las horas juveniles, las reuniones de los hombres cristianos de negocios, todo, absolutamente todo se transformó en un amplio campo de batalla de los buenos pastores, contra las ovejas negras.

 Para el segundo trimestre del año 2004, la guerra estaba declarada en los medios de comunicación radiales, televisivos y escritos, el lobby anti-laico comenzó a socavar las bases esenciales de la democracia y en consecuencia habiendo encontrado voces aliadas en los curules del congreso nacional de Honduras; la política, la policía, la religión, la prensa y el odio habían firmado un pacto de “caballeros” para perseguir sin tregua a los hombres y mujeres diferentes de los heterosexuales en lo ancho y largo del territorio nacional.

El concepto de respeto fue cambiando en la sociedad hondureña, antes del uso de los espacios destinados para la fe como escenarios de promoción del odio; para cualquier ciudadano era fácil entender que una golpiza, un maltrato verbal, una intromisión en la vida privada de los demás ciudadanos era un irrespeto; con sus matices, pero irrespeto al fin; había más claridad respecto los homicidios, un asesinato, era eso, asesinato; quien lo cometía era pues un asesino y quien lo promoviera era un cómplice o un violador de la ley, punto.

Sin embargo, la fe pasó de ser el alimento para el alma de los necesitados de paz a convertirse en el arma de la nueva “guerra santa” de las iglesias contra los ahora llamados “diversos” – es que hasta eso cambió, homosexuales, lesbianas, transexuales, pasaron a ser términos tan enfermizos que hasta los mismos grupos comenzaron acuñar el término: diversidad sexual -  y fue en este momento en donde comenzaron a desempeñar un papel importante las estadísticas ¿Cuántos homosexuales habían sido asesinados en Honduras? Uno de los primeros informes que documento este fenómeno, determinó que en una década (1991-2003) habían sido asesinados aproximadamente 200 personas homosexuales en todo el país, estos datos estaban basados en fuentes de información secundaria, especialmente reportes de prensa, aun no se conocían detalles sobre dictámenes de medicina forense, informes de policía, reportes o documentación de estos casos por las mismas organizaciones de la ahora llamada “diversidad sexual”  

La llegada del golpe de estado en junio de 2009, marcaría el recrudecimiento de la persecución a homosexuales y transexuales en el país; desde el mismo día del golpe de estado apareció el primer cuerpo de una transexual degollada en Tegucigalpa; para finales de ese mismo año, el número de asesinatos habían alcanzado los 24; y tres meses después (marzo 2010) la cifra se había incrementado a 37 asesinatos. Sin embargo, la cacería estaba lejos de detenerse, los medios de comunicación mediatizaron el tema como “delincuencia común” en concordancia con la política de estado del régimen de Porfirio Lobo Sosa, en el que todo homicidio sería caracterizado como delincuencia común, a pesar de que quienes estaban siendo asesinados eran los abogados, periodistas, estudiantes, campesinos, indígenas, obreros, sindicalistas, mujeres, ambientalistas y homosexuales y transexuales.

 – la política del exterminio de los disidentes – en sólo tres años y medio de su gobierno la tasa de homicidios fue de 85.5 para 2012 e incremento a 91.3 para el primer semestre del año 2013; un total de 53,622 homicidios en una década, de los cuales, cerca de 24,000 corresponden al gobierno de Lobo Sosa  y de estos cerca de 200 representan homosexuales y transexuales asesinados hasta julio de 2013.               

Es en este punto en donde quizá la sociedad en su conjunto, no ha logrado comprender la dimensión del desequilibrio que representa la falta de legislar la discriminación en cualquier país, pero con mayor urgencia en países como Honduras, en donde el estado de terror mantiene en zozobra a toda la población; heterosexuales, homosexuales, transexuales, lesbianas, bisexuales, asexuales, intersexuales, todas las personas en este país deben luchar por hacer prevalecer el derecho más esencial de un ser humano; la vida, la vida que ha sido arrebatada en el marco de un estado de terror, ¿entonces, por qué los homosexuales y transexuales deberían bajar la guardia para salvaguardar la vida? ¿Por qué razón en un estado de indefensión, la vida de los homosexuales y transexuales debe depender de las interpretaciones teológicas de un abanderado de la religión que promueve el odio? ¿Por qué en un estado de violencia, el odio debe ser escuchado y no los gritos de auxilio por la vida? ¿Por qué nos preocupa como sociedad pronunciarnos contra el aborto para proteger “la vida” mientras que permitimos que alguien promueva el odio que trae como consecuencia la muerte? ¿Por qué un hombre que dice ser hijo de la fe, violenta la ley convirtiéndose en artífice del delito? ¿Por qué permitimos que las instituciones violenten la ley y cometan crímenes al irrespetar el pleno cumplimiento de las leyes en un estado constitucionalmente laico?

No estoy absolutamente convencido de que al señor Evelio Reyes le importe la vida de nadie más, no parece estar interesado en construir paz en un país que añora salir de la violencia, no parece prestarle igual atención a los problemas torales del país; evidencia estar más interesado en la vida sexual de otros hombres adultos que en los casos de pedofilia dentro de las iglesias protestantes y católicas; no parece preocuparle la niña de 10 años de edad que se debate entre la vida y la muerte en un hospital del norte de Honduras, a causa de habérsele practicado un aborto clandestino, no hay que ser muy listos para entender lo grave del caso; una niña de 10 años de edad que ha abortado ¿Quién la embarazó? Eso es abuso ¿Por qué no perseguimos el abuso? ¿Por qué no salen las iglesias a protestar por cada joven, adolescente y niño o niña que es asesinado a diario en este país? 20 personas son asesinadas en promedio cada día en Honduras y al señor Evelio Reyes lo único que le preocupa es ¿Quién penetra a quién? ¿No es acaso aberrante su posición?

No parece que el “pastor” o sus seguidores estén siendo honestos respecto a ¿Qué les motiva a perseguir homosexuales y transexuales? Dicen que es la religión, pero más parece otra cosa, parece morbo y miedo, temor a perder los estribos y promover un holocausto, seguramente le provocaría excitación ver un campo de concentración lleno de hombres homosexuales listos para la tortura, de lo contrario, es bastante extraño que un hombre ungido de Dios, dedique 15 años de su vida y de su iglesia a vigilar a gays y lesbianas en lugar de guiar a su rebaño, en un estado que le guste o no; es laico. 
  
“La rebelión de Stonewall fue la madrugada de un 28 de junio de 1969, pero el holocausto rosa contra el nuevo paradigma del activismo GLBT en el mundo; se instauró con saña 40 años y un día después en un país de cuento de hadas llamado: Honduras”

 Nelson Arambú 20 de agosto 2013.

A la memoria de todos los compañeros y compañeras GLBT asesinados en Honduras.

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