Juan Pablo II y Ronald Reagan
Foto: http://images.onset.freedom.com/
6. Intromisión en asuntos de otros gobiernos
El Vaticano es un país. Y el papa, un jefe de Estado
(absolutista). En este sentido se espera que respete a la comunidad
internacional. Arguyendo su misión divina se metió en asuntos mundanos, para
obtener ventajas políticas y económicas.
México es un ejemplo. En 1992 presionó para que se minara el
Estado laico. Maniobró para que se revirtiera una parte central de las Leyes de
Reforma y se otorgaran derechos políticos y de posesión a los sacerdotes y a
las iglesias. Wojtyla incluso permitió que los obispos mexicanos amenazaran con
una huelga de cultos, igual a la que desencadenó la Guerra Cristera.
Pero un caso paradigmático ocurrió en 1983, cuando Juan
Pablo II visitó Nicaragua. Había triunfado la revolución sandinista, y entre
los ministros del nuevo gobierno estaba el sacerdote Ernesto Cardenal, que
ocupaba la cartera de Cultura. Durante el acto protocolario de bienvenida y en
una transmisión en vivo, Wojtyla regañó al secretario de Estado por sostener
postulados apóstatas y lo urgió a que “regularizara su situación”. Las palabras que no tuvo contra Pinochet las tuvo contra
Cardenal.
7. Más poder a los poderosos
Juan Pablo II solía criticar los grandes problemas del
mundo, pero sin señalar culpables con nombre y apellido. Jamás denunció, por
ejemplo, a ninguna trasnacional explotadora ni se confrontó con los grandes
acaparadores de capital.
Lo mismo hizo hacia dentro del Vaticano: fortaleció a su
séquito, que se empoderó de la institución y la burocratizó a niveles
colosales. En ese marasmo se perdían solicitudes de ayuda, denuncias de
nepotismo y solicitudes de los católicos de base. Este problema les estalló a
Ratzinger y a Bergoglio. Éste último creó una comisión para indagar a
profundidad y renovar ese entramado. Hasta el momento calculan 58
recomendaciones.
8. Ataque a los derechos sexuales
Cuando Juan Pablo II subió al pontificado rechazaba el
condón; no existía el sida. Tres años después, cuando se detectaron los
primeros casos de VIH, siguió rechazando el preservativo. Cuando se convirtió
en una pandemia, continuó repudiando al condón.
“Él probablemente contribuyó
más a la propagación de la enfermedad que la industria del transporte terrestre
y la prostitución juntos”, asentó la revista londinense New Statesman. El
articulista Nicholas Kristoff, de The New York Times, consideró que arremeter
contra el preservativo era uno de los peores errores en la historia de la
iglesia. La homosexualidad fue otro de sus temas predilectos: es un
pecado, afirmó, y punto.
El rechazo a que las mujeres decidieran sobre su cuerpo
también fue uno de sus postulados. Ni hablar de incorporarlas a puestos de dirección
en la curia u ordenarlas sacerdotes (aunque la Biblia no haga la menor
restricción al respecto).
Abominó también de las relaciones sexuales prematrimoniales
y de la masturbación, sin atender a los argumentos científicos o sociales. Y lo
mismo con su fijación por el celibato sacerdotal, una represión que se ha
comprobado que puede fomentar el abuso contra menores.
Bonus
Papa protector de la Secta OPUS DEI
“La relación entre Karol Wojtyla y el Opus Dei se inicia en
los años sesenta del siglo pasado, se consolida en la década siguiente y llega
a su cenit en los años 80-90, con la irresistible ascensión de la Obra a la
cúpula del Vaticano, desde donde, tras ocupar los más influyentes puestos de
mando, ha intervenido activamente en el diseño, primero, y en la puesta en
marcha, después, del proceso de restauración de la Iglesia católica bajo el
protagonismo del Papa y la guía teológica del cardenal alemán Ratzinger.
A lo largo del último cuarto de siglo, el catolicismo se ha
configurado a imagen y semejanza de la organización de Escrivá de Balaguer. El Opus empezó a mimar a Karol Wojtyla cuando era arzobispo
de Cracovia. ¿Cómo? Organizándole viajes por todo el mundo e invitándole a
participar en congresos de la Obra en Roma y a impartir conferencias en el
Centro Romano de Encuentros Sacerdotales (CRIS).
Durante sus casi 27 años de pontificado, el Papa puso en
práctica la concepción de Iglesia propia del Opus Dei, sin apenas salirse del
guión, salvo en la cuestión social: desactivación de la línea renovadora del
Concilio Vaticano II, en el que él, siendo arzobispo de Cracovia, se había
alineado con los sectores más conservadores; cruzada anticomunista frente a los
partidarios de la llamada östpolitik, puesta en marcha durante el pontificado
de Pablo VI; condena de la modernidad, en la línea de Pío IX y Pío X, por
considerarla enemiga del cristianismo; «restauración» de la cristiandad a
través de la «nueva evangelización».
El Opus era una organización católica elitista implantada en
todo el mundo, con una estructura jerárquica rígida, ingente poder económico,
disciplina férrea acompañada de terminología militar («una milicia armada de la
mejor manera para la batalla espiritual, gracias a una más severa disciplina»),
fuerte componente proselitista y tendencia al indoctrinamiento. Tras su
aparente imagen laica se escondía en realidad una organización
clerical-eclesiástica.” (Diario Internacional).
Ese hombre será santo, sin serlo.
Tomado de: http://colectivodignidad.wordpress.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario