miércoles, 30 de abril de 2014

Por qué Juan Pablo II no fue ningún santo... (Parte 3)

Juan Pablo II y Ronald Reagan
Foto: http://images.onset.freedom.com/

6. Intromisión en asuntos de otros gobiernos

El Vaticano es un país. Y el papa, un jefe de Estado (absolutista). En este sentido se espera que respete a la comunidad internacional. Arguyendo su misión divina se metió en asuntos mundanos, para obtener ventajas políticas y económicas.

México es un ejemplo. En 1992 presionó para que se minara el Estado laico. Maniobró para que se revirtiera una parte central de las Leyes de Reforma y se otorgaran derechos políticos y de posesión a los sacerdotes y a las iglesias. Wojtyla incluso permitió que los obispos mexicanos amenazaran con una huelga de cultos, igual a la que desencadenó la Guerra Cristera.

Pero un caso paradigmático ocurrió en 1983, cuando Juan Pablo II visitó Nicaragua. Había triunfado la revolución sandinista, y entre los ministros del nuevo gobierno estaba el sacerdote Ernesto Cardenal, que ocupaba la cartera de Cultura. Durante el acto protocolario de bienvenida y en una transmisión en vivo, Wojtyla regañó al secretario de Estado por sostener postulados apóstatas y lo urgió a que “regularizara su situación”. Las palabras que no tuvo contra Pinochet las tuvo contra Cardenal.


7. Más poder a los poderosos

Juan Pablo II solía criticar los grandes problemas del mundo, pero sin señalar culpables con nombre y apellido. Jamás denunció, por ejemplo, a ninguna trasnacional explotadora ni se confrontó con los grandes acaparadores de capital.

Lo mismo hizo hacia dentro del Vaticano: fortaleció a su séquito, que se empoderó de la institución y la burocratizó a niveles colosales. En ese marasmo se perdían solicitudes de ayuda, denuncias de nepotismo y solicitudes de los católicos de base. Este problema les estalló a Ratzinger y a Bergoglio. Éste último creó una comisión para indagar a profundidad y renovar ese entramado. Hasta el momento calculan 58 recomendaciones.


8. Ataque a los derechos sexuales

Cuando Juan Pablo II subió al pontificado rechazaba el condón; no existía el sida. Tres años después, cuando se detectaron los primeros casos de VIH, siguió rechazando el preservativo. Cuando se convirtió en una pandemia, continuó repudiando al condón. 

“Él probablemente contribuyó más a la propagación de la enfermedad que la industria del transporte terrestre y la prostitución juntos”, asentó la revista londinense New Statesman. El articulista Nicholas Kristoff, de The New York Times, consideró que arremeter contra el preservativo era uno de los peores errores en la historia de la iglesia. La homosexualidad fue otro de sus temas predilectos: es un pecado, afirmó, y punto.

El rechazo a que las mujeres decidieran sobre su cuerpo también fue uno de sus postulados. Ni hablar de incorporarlas a puestos de dirección en la curia u ordenarlas sacerdotes (aunque la Biblia no haga la menor restricción al respecto).

Abominó también de las relaciones sexuales prematrimoniales y de la masturbación, sin atender a los argumentos científicos o sociales. Y lo mismo con su fijación por el celibato sacerdotal, una represión que se ha comprobado que puede fomentar el abuso contra menores.


Bonus

Papa protector de la Secta OPUS DEI

“La relación entre Karol Wojtyla y el Opus Dei se inicia en los años sesenta del siglo pasado, se consolida en la década siguiente y llega a su cenit en los años 80-90, con la irresistible ascensión de la Obra a la cúpula del Vaticano, desde donde, tras ocupar los más influyentes puestos de mando, ha intervenido activamente en el diseño, primero, y en la puesta en marcha, después, del proceso de restauración de la Iglesia católica bajo el protagonismo del Papa y la guía teológica del cardenal alemán Ratzinger.

A lo largo del último cuarto de siglo, el catolicismo se ha configurado a imagen y semejanza de la organización de Escrivá de Balaguer. El Opus empezó a mimar a Karol Wojtyla cuando era arzobispo de Cracovia. ¿Cómo? Organizándole viajes por todo el mundo e invitándole a participar en congresos de la Obra en Roma y a impartir conferencias en el Centro Romano de Encuentros Sacerdotales (CRIS).

Durante sus casi 27 años de pontificado, el Papa puso en práctica la concepción de Iglesia propia del Opus Dei, sin apenas salirse del guión, salvo en la cuestión social: desactivación de la línea renovadora del Concilio Vaticano II, en el que él, siendo arzobispo de Cracovia, se había alineado con los sectores más conservadores; cruzada anticomunista frente a los partidarios de la llamada östpolitik, puesta en marcha durante el pontificado de Pablo VI; condena de la modernidad, en la línea de Pío IX y Pío X, por considerarla enemiga del cristianismo; «restauración» de la cristiandad a través de la «nueva evangelización».

El Opus era una organización católica elitista implantada en todo el mundo, con una estructura jerárquica rígida, ingente poder económico, disciplina férrea acompañada de terminología militar («una milicia armada de la mejor manera para la batalla espiritual, gracias a una más severa disciplina»), fuerte componente proselitista y tendencia al indoctrinamiento. Tras su aparente imagen laica se escondía en realidad una organización clerical-eclesiástica.” (Diario Internacional). 

Ese hombre será santo, sin serlo.

Tomado de: http://colectivodignidad.wordpress.com/

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