lunes, 7 de marzo de 2011

Primera parte del libro argentino MATRIMONIO IGUALITARIO

María y Claudia
   


Nunca nos imaginamos que conseguir un escribano fuera tan difícil. A medida que llegaba al final de la larga lista que encontré en Internet, empecé a desesperarme.
—Necesitamos que el escribano nos acompañe al Registro Civil con una pareja que va a pedir turno para casarse y levante un acta dejando constancia de la respuesta que recibamos —le explicaba a la secretaria.
—¿Y para qué necesitan el acta?
—Porque es una pareja de dos mujeres y, seguramente, no les van a dar turno. Necesitamos acreditar que se presentaron y recibieron una respuesta negativa.
—¿Cómo dos mujeres?
—Es una pareja de lesbianas. Van a pedir turno para casarse, les van a decir que no y van a presentar un recurso de amparo en la Justicia. Para hacerlo, necesitan el acta.
—¿Pero es una unión civil?
—No. Van a pedir turno para contraer matrimonio.
—Espere que hablo con el escribano, no cuelgue por favor… —acá es donde viene la musiquita—. Eh… Mire, me dice que a esa hora ya tiene otro compromiso, así que no va a poder.
Fueron horas llamando a escribanías y el diálogo era siempre más o menos igual. Empecé a cambiar mi discurso, tratando de confirmar si estaba disponible ese día, a esa hora, antes de hablarle de la pareja de lesbianas y explicarle lo que íbamos a hacer, pero siempre, al final, me encontraba con una excusa.
***


A cada rato, María preguntaba:
—¿Y? ¿Conseguiste?
—No. Viene difícil…
Al final, cuando parecía que no tendríamos quién hiciera el acta, una de las abogadas lo consiguió: el escribano Saúl Zaifrani aceptó acompañarnos. La fecha elegida no era casual: 14 de febrero de 2007, Día de San Valentín. Era un lindo gancho para la prensa: «En el Día de los Enamorados, una pareja de lesbianas pide turno para casarse». Todos los diarios y noticieros incluyen cada 14 de febrero una nota sobre casamientos. Era, además, una manera de resaltar que, más allá de la controversia jurídica, había dos personas que se amaban y se querían casar.
Pero el 13 de febrero de 2007, un día antes de la presentación del amparo, lo que menos querían María y Claudia era casarse. Habían tenido una pelea muy grande, estaba todo mal. Discutían a puertas cerradas en una de las oficinas de la sede de Nexo, mientras los demás no sabíamos qué hacer. Estaba por llegar el periodista Andrés Osojnik, de Página/12, con quien habíamos combinado una entrevista. Cuando salieron, la oficina quedó en silencio, todos esperando que ellas dijeran algo.
—No podemos hacerlo —dijo Claudia.
—De onda, ¿no pueden pelearse pasado mañana? —respondí, tratando de sonar simpático. Lo único que faltaba era que también se enojaran conmigo.
—Vos sabés que nadie quiere más que nosotras que esto salga bien, pero estamos hablando de separarnos… Es muy difícil ir a pedir turno para casarnos justo en este momento —dijo María.
—¿Y qué hacemos?
—No sé, es una situación de mierda —dijo Claudia.
Por más vueltas que le dábamos, no encontrábamos una salida. Estábamos nerviosos, asustados por este problema inesperado y, a la vez, agotados, porque habían sido días de mucho trabajo por los preparativos.
Yo calculaba los minutos que faltaban para que llegara Osojnik. Si llegaba mientras ellas seguían discutiendo, era un papelón. No nos iban a dar más bola. Y aunque otra pareja presentara luego el amparo, del que todos se iban a acordar iba a ser del que no fue.
Las parejas se pelean, suele ocurrir. Y cuando se pelean fuerte, no quieren ni verse la cara. Después, a veces, se arreglan, se reconcilian. O no. Le puede pasar a cualquiera.
Puede pasar, inclusive, un día antes del casamiento. O un día después. Pero éste no era cualquier casamiento: al día siguiente, estaríamos en vivo por los canales de televisión y seríamos tapa de los diarios. Si es verdad que «lo personal es político», en este caso era mucho más político aún: no era el casamiento de María y Claudia lo que estaba en juego, sino el derecho de gays y lesbianas a casarse. Además, en realidad, ellas ni siquiera se iban a poder casar. En un momento, alguno de nosotros lo dijo, medio en joda, medio en serio:
—Igual, les van a decir que no. Así que, de acá al fallo de la Corte, tienen tiempo para reconciliarse o pelearse del todo.
Nos reímos. Por momentos nos reíamos, por momentos gritábamos, por momentos llorábamos. Estábamos muy ansiosos. Pero éramos compañeros y ya, a esa altura, amigos. Había que solucionar el problema.
Sonó el timbre. Uno de los chicos de Nexo se acerca y nos dice:
—Es Andrés Osojnik, ¿qué le digo?
—Decile que bajás a abrirle, y bajá por escalera… Sin apuro… Después, pedile disculpas por la demora —le respondí.
Nos miramos, como si tratáramos de leernos el pensamiento.
—¿Qué hacemos? —preguntó Gustavo López, uno de los abogados.
Volvieron, por unos instantes, a hablar a solas, en la oficina de al lado, mientras el compañero de Nexo bajaba, lentamente, escalón por escalón, para abrirle a Andrés, que esperaba en la calle.
No sé lo que hablaron, pero regresaron más tranquilas.
—Vamos a hacer lo que tengamos que hacer, por la Federación y por la ley. Después nosotras veremos, pero lo importante es que mañana salga todo bien —dijeron.
Todos respiramos.
Llegó el periodista e hizo la entrevista. Posaron sonrientes para la foto. Por momentos, se miraban y los demás temíamos que pasara algo, pero disimularon muy bien. El esfuerzo que hacían por la militancia era admirable.
Cerca de medianoche, suena el celular. Era Osojnik otra vez.
—Es tapa —me dijo—. Felicitaciones y nos vemos mañana.
Estábamos con María y Claudia, que ya estaban más animadas. Les conté. Festejamos. Los nervios ya se habían calmado y volvía la alegría. Íbamos a hacer historia.
foto:
http://ipsnoticias.net/fotos/lesbianas_sonrisa_MarcelaRojas_AdrianaGonzalez_HeldaMartinezIPS.jpg 
texto:
http://bbimbi.blogspot.com

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