domingo, 16 de octubre de 2011

La Moral y el Dogma

Imagen: http://forum.davidicke.com

Una religión puede perder el monopolio de sus principios morales, pero no puede perder sus dogmas, de ellos depende su supervivencia. El problema que enfrentan muchas religiones hoy en día es que buena parte de sus enseñanzas morales (el respeto, la honestidad y la caridad) han sido interiorizadas por casi todos y por eso ya no se necesita tener fe para creer en ellas. La democratización de la moral es algo positivo y demuestra que existe una especie de núcleo básico y universal sobre las ideas del bien y del mal.

Sin embargo, desde la mirada de las iglesias y de sus jerarquías, esa democratización de la moral representa un riesgo para su supervivencia. Cuando todo el mundo cree en aquello que los sacerdotes predican, el oficio de predicador deja de tener sentido. Por eso, para recuperar su identidad, muchas religiones intentan hoy compensar la pérdida del monopolio moral que tuvieron en el pasado, con el reforzamiento de sus dogmas.

Pues bien, digo todo esto porque creo que la cruzada actual del Vaticano contra la despenalización del aborto se entiende mejor a partir de ese empeño de reforzamiento dogmático.

Muchos me dirán que esto no es cierto, que no hay nada de sobrenatural en la posición que la Iglesia Católica adopta frente al aborto y que su único propósito es defender el derecho a la vida. Tengo francas dudas sobre esta afirmación. Primero, por razones históricas: la protección de la vida nunca despertó tal fanatismo en el seno de la Iglesia. En muchas ocasiones el Vaticano ha subordinado la vida a otros valores, como el honor, la justicia y la fe (ver, Inquisición). Segundo, si la vida fuera tan importante como dicen, ¿por qué el Vaticano no emprende, con la misma energía que tiene para el tema del aborto, campañas contra el hambre y las guerras que matan a tantos seres humanos en el planeta.

Pero supongamos que yo estoy errado y que la intención del Vaticano en el caso del aborto sí es defender la vida. Aún así, su concepción es religiosa y se origina en el dogma de la aparición del alma en el momento de la fecundación del óvulo. Se trata de una concepción respetable, desde luego, pero religiosa. No hay ciencia ni sentido común que refrende semejante afirmación. Decir que es a partir de ese momento, el de la fecundación, que existe una persona humana es tan arbitrario (y tan metafísico) como ponerle fecha y hora al momento en el cual el género humano apareció en el planeta tierra (que es lo que hacen algunos líderes cristianos).

El drama de la Iglesia es justamente que allí donde sus opiniones son más creíbles (por ejemplo, cuando habla del respeto por el otro) es justamente donde la fe es más irrelevante. Por eso, el Vaticano hace todo lo posible por colonizar aspectos de la vida diaria de los creyentes (como el sexo, el matrimonio y la muerte) para convertirlos en asuntos de fe, de los cuales depende su salvación. Así no sólo retiene a sus fieles, sino que los moviliza. Aunque, la verdad sea dicha, no todos siguen a sus jerarcas en eso; cada vez hay más gente de fe que reduce los dogmas a lo esencial: la existencia de Dios y la salvación del alma (¿qué tan lejos estamos de una religión sin pastores, obispos y papas?).

Nada de esto sería un problema (ni yo me habría puesto a escribir esta columna) si esta actitud del Vaticano y de sus seguidores en las altas posiciones del Estado no pusieran en peligro la tolerancia social y el Estado de derecho. Es verdad que esta semana perdieron la batalla para penalizar el aborto. Pero ese fracaso es temporal y no hace sino avivar su espíritu de lucha.

Mauricio García Villegas
Diario El Espectador (Colombia)

Tomado de: http://blog-sin-dioses.blogspot.com

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