Imagen: http://www.azkaban.es
No pudo ser una película porque sólo la cadena HBO se
atrevió a financiar una historia de amor entre dos hombres tan en primer plano.
El resultado divirtió al Festival de Cannes, donde su protagonista, Michael
Douglas, aparecía en todas las quinielas para hacerse con el premio de
interpretación por su amaneradísimo Liberace, el icónico pianista que arrasó en
Las Vegas.
No podrá optar al Oscar al tratarse de una producción de televisión,
pero obtuvo su recompensa en los Emmy, donde se llevó el galardón de Mejor
Actor Principal para Película o Miniserie y el telefilme el de Mejor Película
para Televisión o Miniserie.
Por supuesto, en su agradecimiento se acordó de Matt Damon,
su amante en la pantalla: “Esto ha sido un trabajo mano a mano y tú has sido
muy bueno”, le dedicó. Parece que este papel fue impulsado por la culpa ante la
muerte de su medio hermano gay Eric, según publicó el “National Enquirer”.
El guión de LaGravanese es excepcional, tanto en su
estructura dramática, como en los diálogos, pues son esas escenas
íntimas (con detalles de todas sus prácticas y gustos sexuales) en las que más
brilla.
Liberace es, a ratos cruel y soberbio, a ratos padre protector de un
niño de apenas 18 años. Sabemos del talento
de Soderbergh, pero es tan prolífico que resulta imposible que su
cinematografía no sea irregular.
En este caso demuestra sus dotes de maestro,
pues sabe sacarle partido estético a la mansión hiper-kitsch del músico, pero
eso no le distrae del objetivo principal: la descripción de una progresiva
desintregración de la pareja, eso que hace el relato universal incluso para
aquellos que no pueden desembarazarse de los complejos de ver retozando a dos
primeras figuras masculinas de Hollywood en la misma cama.
Tomado de: http://www.ociogay.com
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